lunes, 15 de septiembre de 2008

14 de Septiembre (II) - Reverencias sorpresa

Continúo con la visita del primer día. La colina oriental de Kyoto se abre hacia la ciudad en un parque precioso, el Maruyama. Estaba tan a gusto que me perdí voluntariamente por sus senderos entre casas bajas de madera y teja. Cuando empezó a anochecer caminé tranquilamente hacia el río de nuevo. Es difícil perderse en Kyoto, las referencias del río y las montañas son muy claras.

De manera inesperada me encontré con un pabellón abierto e iluminado con farolillos de luz. Estaban tocando un concierto de flauta. Pensé, qué afortunado soy... había preguntado en la oficina de turismo por actividades durante estos días y no me habían indicado nada. Allí me quedé escuchando. El maestro de ceremonias llevaba un curioso gorro; cuando los músicos terminaron, del templo situado enfrente salieron treinta monjes, treinta, con un gong y unas cuerdas; lo que yo pensaba que era el gorro extraño resultó ser el gorro oficial de monje. Entraron al pabellón y se sentaron unos frente a otros; el monje mayor cogió una especie de plumero y "limpió" a los demás monjes. En un momento dado todos los monjes y los espectadores se agacharon para una reverencia sorpresa, los únicos que quedamos tiesos éramos yo mismo y un australiano con cara de yogur que había por ahí. Es lo que pasa por no saber japonés. El monje mayor sacó entonces un pergamino y estuvo entonándolo mientras todos realizaban reverencias ora al pabellón, ora al templo, pero yo ya estaba prevenido.



Tras el incidente del templo iluminado a media tarde caminé por Gion donde vi varias geikos de camino al trabajo (sé que lo eran porque iban en taxi... las de verdad no caminan por la calle para no estropear el maquillaje). La famosa calle Pontocho no es para tanto, un callejón con muchos bares muy cerca del río, donde sí que había muchos grupos de jóvenes charlando y pasando el rato.

Cené en un restaurante de soba y me pedí una sopa de unagi y pastel de pescado de Onawuram. Para chuparse los dedos. Me despedí con el tradicional Gochiso-sama deshite.

De vuelta al ryokan utilice por primera vez en el baño público, pero estaba solo. Del cuarto al baño caliente (o a la ducha, que también es compartida) te tienes que vestir con el yukata que proporciona el ryokan. Es muy cómodo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He entrado por primera vez en tu blog y he de aplaudirte. Menudo cuaderno de bitácora que te has montado. Muchas gracias por dejarnos compartir tu experiencia.
Todo esto quizás me exima del hecho de cotillear un poco los link. Así que he visto lo guapa que es tu madre, olé!
En fin, te he dicho que me das mucha envidia?
Me haces recordar muchos momentos con tus descripciones detalladas...
Seguiré tus andanzas!
Sigue amenizándonos con tus experiencias, por favor.
Un beso.
Bea (la tunecina)

Isma dijo...

Gracias Bea, la verdad es que a mi me ha venido estupendamente poder escribir porque luego me acordare mucho mejor de lo vivido.

Le dire a mi madre que lea tu comentario...