lunes, 29 de septiembre de 2008

28 de Septiembre - Planeta Tokyo, llamando a Tierra

Llegamos Paula, Mariana y yo a las diez y pico a Harajuku, el barrio de la moda joven, el escaparate de tendencias. Tanto da que sean importadas o autóctonas, el resultado es único y colorido. La famosa calle de compras que sale de la estación de metro estaba abarrotadísima con muchos jovencitos tokiotas entrando en todo tipo de tiendas. Yo al principio pensaba que eran tiendas de ropa para adolescentes, pero estaba tal vez confundiendo la manera de vestirlo con la prenda en sí. Los jovenes se visten superponiendo chaquetas con camisas con pantalones, con medias o calcetines, con botas o chancletas, de mil maneras distintas, sin aparente respeto por colores. Hay plumas y cuadros, estampados y camisas de tirantes, chalecos y bufandas. Y mil bolsos, chapas, gorros, extensiones y accesorios.

Al final la heterogénea mezcla de estilos forma una única masa multicromática y ya no te extraña nada, ni el chico con crestas de colores y ropa de epoca victoriana, ni la chica gótica que camina a su lado. Te parece de lo más normal.

Pasamos por el parque Yoyogi para intentar ver algún fan de cosplay, grupos musicales o actuaciones improvisadas, pero la mañana en el parque es para las familias y para los deportistas. El camino nos alejó del parque así que me quedé sin ver nada de esto. De camino a la calle Omotesando comimos tokatsu, filetes rebozados aunque muy ligeros, con una salsa dulce. Delicioso como toda la comida japonesa.

Desde Omotesando cogimos otro metro para Shibuya y vimos el famoso cruce en diagonal donde (ya no sé qué adjetivo usar) verdaderas marabuntas de personas cruzan en cada semáforo. Es una zona algo más "madura" que Harajuku pero al igual que la otra, es un paraíso para los amantes de las compras. Dimos un paseo, tomamos un café y saludamos a la estatua del famoso perrito que siguió yendo a la estación a esperar a su dueño muchos años después de que este muriera.

Paula y Mariana tenían que volver a coger el tren de vuelta así que nos despedimos (¡gracias de nuevo por pasar el finde conmigo!) y yo di una vuelta más para curiosear los Love Hotel. Sin embargo no los pude encontrar, estaba algo desorientado por las grandes manadas de gente que rumiaban la hierba de los comercios. Así que me cogí de nuevo el tren para la cercana Shinjuku.

Shinjuku tiene dos zonas muy diferenciadas. En la zona oeste se encuentran los edificios gubernamentales y se exponen grandes rascacielos futuristas. En la noche tokiota son bonitos de ver y un contraste majestuoso con el ruidoso y multicolor Shibuya. Siendo un domingo no había nadie por las anchas avenidas, y subí al mirador del rascacielos del gobierno metropolitano para ver Tokyo iluminado e interminable desde la altura imposible, como un astronauta en el espacio de este universo tecnológico y parpadeante. Y silenciosamente me despedí de la megalópolis quedándome en la retina con la imagen de Tokyo vista desde el cielo.
La zona este de Shinjuku es la única que la guía indica que no es recomendable para turistas, y en ella esta el infame barrio rojo de la capital; el Kabukicho. Aun así y para terminar de ver la zona decidí darme una vuelta porque no ha habido lugar en Japón donde haya tenido miedo o reparo en entrar, tan seguro es esto. En Kabukicho había muchos jóvenes con peinados estrafalarios, pero eran demasiado parecidos entre sí para ir simplemente a la moda; recordé entonces que ésa es la seña de identidad de los macarras, esbirros o chulos en estos barrios. Pasé por delante de alguna limusina de cristales tintados rodeada de guardaespaldas y, a la tercera vez que me ofrecieron "japanese girls" decidí que ya era bastante y me volví para el hotel, nervioso por la cantidad de cosas que tengo que meter en la maleta.

No hay comentarios: